Loli brincaba en la puerta, aruñaba el piso, ladra de mentiras, más un gemido que un ladrido, es su forma de decir que hay alguien al otro lado de la puerta.
Salgo y es mi vecinita, quién tiene 1 año 6 meses y 4 días (bromeo, pero sólo los noviazgos que empiezan y a los bebés les cuentan los días y meses) No sé quién salta más, si Loli o mi vecinita. Aprende a caminar, no hay mucho de dónde agarrar, excepto mi portón, dónde termina cuál oso perezoso aferrada a la rama porque aún le tiemblan las piernitas y los huecos en la acera no le dan mucha estabilidad. Su abuelita hace la gracia, le dice que tire besitos, yo medio sonrío, le saco la lengua y la saludo. Su abuelita habla de lo inteligente que es, como si su nieta fuera Einstein, quiero cambiar de tema, los bebés me dan alergia, ni sirvo para reírle gracias, nunca ha sido mi conversación favorita, le hablo del clima y le comento que dejé un disco prendido... Lo sé, huída cobarde.
Mami pregunta:
-¿Quién era?
-La reina del barrio, sonrío porque su abuelita compró todos los votos en el maternal. Aunque a mí nunca vino a venderme alguno, mi curiosidad fue tanta que pasé por el maternal a ver sí era cierto, un hoja de papel en la puerta lo decía, era reina de los bebés de 0 a 2 años.
Me río recordando la anécdota... Pero tengo un pensamiento que no puedo sacar de la cabeza.
-Bebé más fea
Mami suelta la carcajada y yo sigo en mí pensamiento.
-Bueno, es que no tiene a quién salir bonita. Su abuela es fea, su bisabuela es fea, su mamá... Fea y tras de eso sin gracia. Su papá... Uy no, pensándolo mejor, ella salió bonita para esa herencia genética.