24 jun 2015

Uno se come lo que sea...

Por amor, hambre...Antes creía que no, que uno no se comía algo que no le gustaba, simplemente porque no. Porque desde pequeña sabía que no me gustaba el guineo, la sopa, el arroz con leche, la morcilla, el hígado, el mondongo, el flan, la gelatina... No porque nunca los hubiera probado... Sino porque sabía de sus orígenes o había tenido alguna experiencia fea. (Va en varios sentidos, dejenme explicarme).

Mi perra es terca como la dueña. Hay que embaucarla sin que lo note, solo escuchar donde se abre la refri y el crujir de un paquete plástico y ya está brincando... Pero odia su alimento. Tiene la grandiosa habilidad de mover con la lengua lo que no le gusta por más que mami le eche trocitos de carne mezclados.

Tenía que darle una pastilla... Recordé como mi madre hacía cuando algo no me gustaba... Me disfrazaba la comida.

Mami siempre creyó engañarme y ponerle guineo al puré de papa... Yo, yo siempre dejé que lo creyerá... El sabor era distinto, muy distinto. Nunca me engañó, igual lo comía porque ella lo hacía con buena intención. No recuerdo haber odiado nunca las verduras... Siempre me las disfrazaban con huevo o en puré. Pero la sopa, esa aún la sigo odiando.

Bueno... Aún mi tía cree que me gustaba el arroz con leche, hasta que un día mami le dijo que no, que yo lo detestaba. Y pensando bien, porque odio el arroz con leche y la sopa, se remonta a mi época de guardería en que todos los días nos daban lo mismo... O quizá ver a una de las hermanas de mi bisabuela echarle de nuevo un hueso que había chupado y mordisqueado nuevamente al caldo... O mezcla de ambas.

Dicen que al que no quiere caldo, dos sopas... Nunca he comido algo que no me gusta, para que no me caiga mal después, andaba largo, muy largo visitando a la familia, de la familia, de la familia de una amistad... Mi estómago crugía, la casa se veía decente, pobre a decir verdad y nos ofrecen comida. Sopa, sopa de mondongo... Mi estómago sonó tan fuerte... No sé si de asco, hambre o una mezcla de ambas. Y dije sí... Claro comentando que yo, yo comía muuuuuuchhhhhhhoooo arroz.  La comí, no me cayó mal... ¿La saqué de mi lista de despreciados? No, jamás. Pero supe que yo con hambre, le entraba a lo que sea.

Hablabamos de relaciones, comidas.... Mis conversaciones metafóricas para explicar pensamientos que no logro traducir de cerebro de Karla, a boca de Karla....

Él, un amigo que yo le conocía sus gustos... Y discutíamos un poco mis gustos, los suyos... Él estaba con alguien que no lo excitaba lo suficiente... Yo tan discreta para preguntar...

-¿Cómo haceeee? Yo mujer, y sino me atrae... No lo puedo ni abrazar.
-Cierro los ojos, e imagino otra escena, otra cara.
-¿Y si los tiene que abrir?
-Usualmente la pongo de 4, así le veo la espalda.
-¿Y sí habla?
-Allí se me complica un poco, por eso trato de mantenerle la boca ocupada... Igualmente los gemidos suenan parecido.
-Eso es mucho esfuerzo... Y suena mentira... Igual se le tiene que levantar para que reaccione.
-Cuando el hambre es mucha, ya uno deja de preocuparse por el sabor y solo se preocupa por el hambre...

Supe que aunque sonara grosero y repugnante, era cierto... Y quizá por esa razón nunca dejo que el hambre sea tanta, no vaya a ser que uno se termine "comientdo" una rata de dos patas.