Unos ojos desgastados cansados de llorar, iluminados cada vez que te ven.
Unas manos callosas arrugadas, calientes cada vez que te sienten.
Unos labios resecos rotos de tanto esperar, húmedos cada vez que sienten tu sabor.
Lo único que no te regalo es mi alma, ese fue
el precio que pagué por tenerte aquí...
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