Despechada y algo alcoholizada le busqué un sustituto a tu cuerpo.
Él llegó e intenté pasar el rato... Escuché su respiración y supe que no era la tuya. Oí algo...
Era tu voz... Querías verme, ni lo dudé.
Saqué a ese de nuestra cama, la sombra que había buscado para remplazar tus caricias y extrañar menos tu ausencia.
Creí que soñaba, hasta que sentí tus manos frías tocando las mías.
Intentaste besarme y te esquivé con el temor de que sintieras el sabor amargo de ese en mis labios.
No era una fantasía, si estabas junto a mí. Terminamos revolcándonos en nuestro cuarto, que aunque no lo conocías siempre te perteneció.
Tocabas cada parte de mí como si lo conocieras desde siempre, parecía que leías mi mente, una y muchas más me viné...
Disfrutaste el calor de mi humedad y el silencio que producían mis gemidos.
Los recuerdo como si fueran ayer, porque aún siento tus manos frías recorriendo este cuerpo hirviendo, que espera en nuestra alcoba tu regreso...
29 nov 2008
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